Qué es esto

Libre albedrío cibernético: facultad + voluntad de crearcopiarpublicar subjetivamente cultura, símbolos, signos, ceros y unos en un espacio cibernético limitado: blogger.


29 de septiembre de 2010

Sos una triste inspiración

La razón de mi triste situación radica en un pensamiento condicionado por diferentes factores psico/espacio/temporales que mi mente edificó paralelamente a la realidad (o lo que hoy denomino realidad). Infinitamente mi (in)conciencia degustó nuestro amor; pero mis manos nunca pudieron tocarte, y mis labios nunca te van a besar.
Te inventé. Con imaginación de obsecionada construí un mundo ficticio entre vos y yo, mientras paralelamente, la realidad mantenía el bulgar y triste estatus de nuestra relación.

Hoy después de meses tejiendo nuestra invisible relación, la realidad irrumpe de golpe en mi imaginación, convirtiendome en una simple ilusa que estuvo largos días construyendo algo que nunca existió fuera de la sinápsis de mis neuronas.
Ahora, debidamente asimilada la locura, es hora de destruirlo todo. Pedazo a pedazo voy a aniquilar la ilusión.

Compañere, ojalá nunca te toque padecer la tediosa labor de destruir una idea anhelada, la destrucción en ocaciones es inumerablemente más complicada de llevar a cabo que la construcción.

Cuki

26 de septiembre de 2010

El futuro

Qué lindo era el futuro,
el futuro
del pizarrón de cuarto grado,
todo hecho con tizas de colores
y una confianza buena,
de las viejas,
de esas que ya no se consiguen
ni pagando al contado.

era realmente lindo, lindo
aquel futuro
del pizarrón de cuarto,
había chicos decentes
tomados de la mano
chicos con las orejas limpias
y las medias derechas
y los dientes seguramente cepillados.

Juro que era lindísmo
el futuro
del pizarrón de cuarto grado
Había toros, libélulas y ríos
había trenes, palomas y silos y aeroplanos
había campos y escuelas y edificios altísimos
había vacas y ovejas
bellamente pastando

Había una iglesia y un trigal
y un puerto con muchísimos barcos
Al fondo, por supuesto,
un ancho sol naciente en amarillo,
con sus ojos, su boca, su sonrisa
en realidad
bastante parecido
al de la tapa del cuaderno 'Sol de Mayo'
pero de todos modos era una maravilla
aquel futuro
del pizarrón de cuarto grado

¡Ah, si pudiera entrar en el futuro!
en el futuro aquel en seis colores
del pizarrón de cuarto grado
Cómo caminaría derechito
hacia el gordo sonriente en amarillo
acogedor, humano
Cómo andaría entre toros, libélulas y ríos
y trenes y palomas y aeroplanos

A lo mejor iría
tomado de la mano
de algún chico decente, buenito, bien peinado
Caminaríamos alegres y llenos de esperanza
porque, es claro...
el camino sería bello y fácil
como eran los caminos del futuro
en el lindo futuro
del pizarrón de cuarto grado

Sin barreras, sin piedras,
sin pozos, sin semáforos
nadie nos pediría documentos
ni nos requisarían baleros subversivos
ni nos sospecharían ladrones
o extremistas o infiltrados

Nadie nos metería, por supuesto,
en un atroz fantasmagórico Ford Falcon,
ni mucho menos iríamos a aparecer al otro dia
junto a un montón de cápsulas servidas,
ni dirían los diarios
con sus letras chiquititas y su fea sintaxis
cosas como "se procedió a identificarlos"

No, no,
sencillamente no,
porque eso no figuraba para nada en el futuro,
porque eso la señorita no lo habia dibujado
con borrador, y tiza y esperanza
en el prolijo y diáfano futuro
del pizarrón de cuanto grado
El cual como se sabe estaba todo hecho
con tizas de colores
con un redondo sol de Sol de Mayo
y una confianza buena,
de las viejas,
de esas que ya no se consiguen
ni pagando al contado

Humberto Constantini

25 de septiembre de 2010

Cita V

La derecha siempre tiene razón. Pero es una razón represora.

Alfedro Grande.

19 de septiembre de 2010

Nadie sabe para qué sirve un aula hasta que se rompe.

Nuevamente algo se levanta en Sociales, UBA. Se sabe, para que algo así tenga lugar es preciso, asimismo, que algo caiga, se desmorone o sea derribado. Radio Viga dice tener que cambiar su nombre a Radio Vidrio, o, también, Radio VV. Lo que suena de fondo es la precariedad de la vida, cierta inseguridad que nos atañe, que no sabe de claustrofobia alguna y que, de tanto resonar, se vuelve como una pegadiza canción de moda –no sabe de claustros, decimos, también los secundarios la entonan-. El despropósito de una educación llamada pública que es mero papel mojado, puesto que ha soltado las amarras que antaño la anclaran a una serie de inicios, rituales al calor de la univers(al)idad del saber-poder, o, lo que es lo mismo, del Estado-padre. Mas, ¿y nuestra crítica a ese andamiaje institucional? Seguimos participando, luego vemos. Las/os estudiantes se amuchan en las asambleas masivas, deciden los pasos a seguir. Nos preguntamos si el nombre para aquellas instituciones ignorantes de sí mismas, de su potencia instituyente de autoorganización, es el de masivas o multitudinarias, la una haciendo referencia a su carácter de masa, de pueblo/niño que se levanta o desprende del Uno-padre y prefigura un otro; la otra a aquella condición irreductible de las multitudes: una informe multiplicidad sin síntesis, ingobernable y fugaz, una rebelión contra los pastores. ¿En cuál de ambas podríamos hacer encajar la experiencia vivida? Las experiencias, es claro, exceden las etiquetas, desbordan los patrones. Se mueven en un espacio no geométrico, un espacio que no puede ser medido. Inventan, hay que decirlo, siempre cada vez el antagonismo. O, mejor, los antagonismos, los cuales estrechan lazos, tejen y ponen en resonancia entramados maquínicos, disidentes. Digamos, empero, que no por el hecho de coordinarlo todo se trama un vínculo, que esto tiene su propia temporalidad. Pero lo que ahí sucede, sin embargo, se nos escapa –nadie sabe nada, por más que así lo crea (creer, le recordamos a nuestros profesores y sus peroratas, es hacer como si), por más que quieran convencernos de la propiedad de su cifra: variaciones del saber-poder-. No es la exigencia a las autoridades lo que nos interesa –no queremos otros patrones, otra medida-, sino eso que está en latencia, que se nos muestra, en sordina, como el rostro de la potencia antagonista.


La experiencia de asambleas masivas, decíamos, suele oscurecer su ahí. Lo que allí tiene lugar es inmedible, luego, hace falta traducirlo. Las consignas deben ser claras, ordenar lo caótico de la significación, evitar el malentendido, no hacer preguntas. Una comisión de prensa debe encargarse de todo. Las interpretaciones se ponen a la orden del día. Hace falta un pliego de reivindicaciones con la claridad de la letra muerta. Las asambleas pelean por el Edificio Único. Ya lo tenemos. El eterno retorno de la condición precaria. El Estado nos abandona, hemos entonces de hacerle ver que aquí estamos, persistimos. La universidad del saber-poder, así sea disidente -¿un saber-poder disidente?, ¿no tendríamos que comenzar por pensar nuestro propio plano de inmanencia, las jerarquías que en estos pasillos se ensamblan?, ¿la fábrica de palabras no es solidaria, acaso, del dominio del capital-Estado?, ¿en el origen no fue el saber-poder?-, quiere su reconocimiento, lo anhela: la aprobación del otro. Un lugar en el entramado maquínico. Tenemos nuestras credenciales, luego nos lo merecemos. Hemos hecho votos suficientes para ello. Nosotros podríamos hacerlo mejor, puesto que sabemos.


Las/os que no sabían y, sin embargo, se arrojaron a hacerse preguntas son las/os compañeros de la materia Comunicación III, a cargo del decano Caletti. Se preguntaban por qué no iban a proponer ellas/os la creencia a investigar, por qué tenían que recibir aquella materia a desbrozar sin poder tener decisión alguna sobre cuál de ellas, y por qué. Su iniciativa, entonces, pasó por investigar aquello en lo cual estaban implicadas/os, envueltas/os no sólo ellas/os sino también el titular de la cátedra, quien acuñara la frase ® que daría lugar a la propuesta: la toma de sociales es oportuna. La sospecha esgrimida, adelantaremos nosotras/os, de seguro muy poco rigurosamente, puesto que frente a los neutralismos académicos de la ciencia sin sujeto no mantenemos reparo alguno, es un dejo de impotencia, un no querer aceptar que las/os estudiantes puedan algo prescindiendo de ellos, nuestros sacerdotes. Mejor hubiese sido para éstos blandir la infantilizante carta de la acreditación, o la rigurosidad metódica, allí emerge un tercero: la institución es una localizada ritualidad. El retener en la tristeza es su secreto, regocijo de los sacerdotes.


La máquina-áulica, pues, fue saboteada un instante. Luego, asimilando la experiencia, poniendo las notas pertinentes a un trabajo que se valoriza como si fuera una flexibilización del entramado académico –dejamos por un instante que hagan como si realmente pudieran proponer algo y, además, los escuchásemos- todo seguirá sobre sus carriles, aún y muy a pesar de ellos. No desestimamos la experiencia indicando esto. Decimos simplemente que el dispositivo funciona más allá de los contenidos que se actualicen en él, que pueden ir variando sus tonalidades –la trampa de la cátedra paralela allí se nos muestra-. El ordenamiento de los cuerpos puede ser más distendido, de hecho es un espacio en tensión (los cuerpos siempre están en tensión, se tensan y vibran, son un despliegue de la potencia, una composición común antes que el seguimiento de un a priori [los a priori son agarraderas para la pereza de la servidumbre voluntaria]), por eso puede ser excedido, y lo es en situación áulica. Las cursadas no son tristes pasajes por una aplanadora línea de montaje que todo lo empaqueta: la iniciativa autónoma que escapa al aplanamiento es muestra de la potencia antagonista, que es exceso de lo que se puede, desborde de toda institución. Un espacio de múltiples relaciones de poder –y de una erótica del poder, asimismo, puesto que se trata de cuerpos, afectos-. Tironeando del dispositivo, destejiendo sus bordes se abren incorporales huecos. Romper el aula. El dispositivo-áulico que nos trama como sus pliegues gramaticales, que no es lo mismo. Si fuera preciso, a martillazos.


Romper el aula. Hacerle sabotaje a la máquina. Que el fantasma de Ned Ludd se rumoree. Crear mil clases públicas, no estatales. Clases sin patrón, si se quiere. Aquello también se está ensayando en la construcción de un comedor estudiantil en la sede Constitución. Un espacio recuperado (o, mejor, invención del común, puesto que antes de él era sólo un interrogante) por las/os estudiantes autoorganizados, sin patrón alguno. Habitar el espacio, activar sus devenires. Hacer emerger el rostro de la potencia antagonista. Nadie es propietario de ningún secreto al respecto. La potencia es el privilegio de cualquiera. El aula reclamaba aquello y no lo sabíamos. Estaba ahí y no lo sabíamos. Nadie sabe para qué sirve un aula hasta que se rompe.